La añada 2016 comenzó con un invierno más cálido y seco que lo habitual, no obstante, unos meses de marzo y abril más fríos y húmedos, con falta de insolación, hizo que las fechas de brotación no fueran muy diferentes a la habituales.
La brotación estuvo dominada por temperaturas moderadas y una primavera lluviosa. El viñedo brotó con una presencia elevada del número de racimos.
No obstante, la elevada presencia de racimos no fue acompañada por una buena tasa de cuajado, que fue deficiente debido a la baja humedad edáfica, falta de insolación, y fuertes vientos en esa época.
El verano fue ligeramente más cálido y seco de lo normal, lo que limitó el desarrollo de las bayas y condicionó un tamaño de éstas muy por debajo de lo habitual.
El periodo de maduración se vio afectado por una ola de calor especialmente intensa a finales de agosto – primeros de septiembre. Esto tuvo efectos distintos en las diferentes variedades ya que, si bien las más tempranas vieron acelerado el proceso de acumulación de azúcar, en las más tardías tuvo el efecto contrario al limitar la actividad fotosintética de la planta.
Por lo demás el periodo de maduración y recolección transcurrió sin lluvias por lo que la calidad sanitaria ha sido satisfactoria y los rendimientos se sitúan en la media de los últimos años.
El resultado ha sido la producción de vinos blancos con un adecuado equilibrio entre azúcar y acidez, y una producción de aromas en la media con otros años.
En el caso de los vinos tintos, el menor tamaño de las bayas ha generado una elevada concentración tánica, con vinos más estructurados y coloreados.