La variabilidad meteorológica fue el factor recurrente a lo largo de esta añada tan atípica, y condicionó la cosecha tanto en cantidad como en calidad.

El otoño de 2020 la vid partía de una situación desfavorable por la escasa reserva de agua edáfica, que unido a la escasez de lluvias comprometió la acumulación de reservas en la planta para la brotación del año siguiente.

Con el invierno llegaba la primera de las adversidades para el viñedo, en la primera quincena de enero un temporal de nieve histórico asociado a la borrasca Filomena, seguido por una ola de frío no menos importante, con temperaturas de hasta -16 ̊ C, provocaron muerte de yemas e incluso de partes completas de las cepas.

La primavera, de forma general cálida también tuvo episodios de frío que, en forma de heladas, también afectaron de forma negativa a la vid, llevándose consigo parte de la cosecha.
La brotación se iniciaba a finales de marzo, con un ligero adelanto debido a la acumulación de grados día y una buena reserva de agua edáfica derivada de un invierno húmedo.

Una brotación muy irregular, daba cuenta de lo que habían sufrido las plantas. Se confirmaba la muerte de yemas sobre todo en las cotas más bajas y una considerable pérdida de cosecha. Aunque la pluviometría tuvo un carácter normal, la coincidencia de lluvias y temperaturas suaves en el periodo de floración cuajado incrementó la presión de enfermedades criptogámicas e hizo necesario de un esfuerzo adicional para mantenerlas controladas.

Durante los meses de junio y julio el viñedo se desarrolló de forma satisfactoria. La escasa reserva de agua en el suelo no causaba demasiados problemas debido a que la merma de cosecha exigía menos.
Pero con la maduración, llegó de nuevo la variabilidad atmosférica en forma de una intensa ola de calor a mediados de agosto. Temperaturas superiores a los 45 ̊ C tuvieron efectos adversos sobre la maduración sobre todo en las variedades foráneas, que estaban a final del ciclo. La vendimia comenzaba el 17 de agosto con el moscatel de grano menudo.

Las variedades autóctonas, con ciclos más tardíos y mejor adaptadas al clima, aguantaron bien, e incluso se vieron favorecidas por las lluvias y bajada de temperatura de final de agosto, lo cual permitió alcanzar unos aceptables parámetros de calidad.
Un nuevo temporal de lluvias a mediados de septiembre interrumpió la vendimia y tuvo efectos adversos sobre la maduración en las zonas más tardías ya que favoreció la aparición de focos de hongos que hicieron imprescindible la selección de racimos para mantener los estándares de calidad.

Finalmente, dábamos por terminada la vendimia el 15 de octubre con la variedad Petit Verdot. La viticultura tiene el encanto de ver impreso en los vinos el carácter de la vid, el suelo, el clima y el trabajo del viticultor. Este año ha sido un año complicado, la meteorología tan variable ha requerido de esfuerzos adicionales tanto en la viña como en la bodega para transmitir lo mejor de la uva a través de los vinos. Esperemos que este trabajo se vea compensado con el deleite en su consumo.

Bienvenido Muñoz Pollo
Noblejas, 4 de diciembre de 2021