Un aspecto que caracteriza y hace especial al mundo del vino es la diversidad, una diversidad que se hace patente entre regiones, entre parcelas, entre variedades… y así hasta llegar a las añadas. Y tanto, que hasta en un mismo viñedo, conducido y su uva vinificada en similares condiciones que años precedentes, da como resultado un producto totalmente distinto.
El motivo: las condiciones meteorológicas, que varían de año en año de forma más o menos significativa.
Pues bien, dentro de esta variación, la añada 2017 será unas de las que se sitúan en los extremos, donde las condiciones se han alejado tanto del promedio que merece la pena hacer una reflexión sobre cómo ha transcurrido y cómo ha influido en las características de los vinos.
Este año será recordado como el año del calor y la sequía, y estos calificativos han condicionado la calidad y cantidad de la cosecha. Me explico.
Las condiciones pluviométricas del año han sido extremadamente secas habiendo estado por debajo de los 300 mm en todo el año agrícola, un 15% por debajo de la media histórica, y donde el reparto ha sido desfavorable para el ciclo del viñedo puesto que las estaciones que proveen la reserva edáfica (invierno y primavera) han sido los que han sufrido una sequía más intensa.
Respecto a la temperatura, la constante ha sido de mayor temperatura en todas las estaciones, habiendo resultado el promedio anual en 2ºC por encima del promedio histórico.
Especialmente el verano ha sido más cálido de lo habitual, con tres olas de calor, una por cada mes, donde se han superado los 40ºC en cada una de ellas.
Las consecuencias de estas condiciones meteorológicas han marcado los aspectos cuantitativos y cualitativos de la producción vitivinícola.
Desde el punto de vista cuantitativo, la reducción de cosecha ha sido muy relevante. Hemos tenido un 25% menos que la cosecha anterior y un 35% menos que una cosecha normal. La poca agua disponible en el suelo, junto con las elevadas temperaturas han generado un déficit hídrico que ocasionó, primero una menor tasa de cuajado y posteriormente un menor tamaño de baya.
Desde el punto de vista cualitativo, las altas temperaturas han provocado un adelanto inusual de la vendimia, Iniciamos la cosecha el 11 de agosto, la fecha más temprana de la historia, y terminamos el 30 de septiembre. Nunca antes una vendimia se había terminado aquí en el mes de septiembre.
Si bien las altas temperaturas han adelantado la vendimia, también han sido – junto con la ausencia de lluvias – las responsables de una sanidad excelente, ya que han limitado por completo el desarrollo de enfermedades criptogámicas.
El menor tamaño de la baya nos ha beneficiado con una mayor relación hollejo/mosto, y dado que la mayor parte de los compuestos responsables de la calidad (polifenoles y aromas) se encuentran el hollejo, los vinos resultantes son más concentrados y aromáticos.
Otro aspecto a destacar es la mayor graduación alcohólica y menor acidez, hechos que obviamente concuerdan con las condiciones de calor-sequía del ciclo de la vid, especialmente en las fases que transcurren entre cuajado y maduración.
En conclusión, 2017 es una añada especial, marcada por el calor y la sequía, ¿una evidencia del cambio climático?, seguramente sí. En cualquier caso, tendremos vinos más alcohólicos y concentrados, con menor acidez y matices más maduros. Sólo queda disfrutar de lo que sol, agua y viña nos han regalado.
Noviembre de 2017
Bienvenido Muñoz Pollo